viernes, 23 de febrero de 2007

Lobbys vs. Ciudadanos

En el horizonte se avecinan unas nuevas elecciones, ese momento álgido que nos brindan cada 4 años esta “democracia”.

Las maquinarias de los partidos ya están a pleno rendimiento y se preparan para recibir de los ciudadanos lo que a su entender es un cheque en blanco para poder seguir haciendo y deshaciendo a su antojo. Mientras, los ciudadanos carecen de mecanismos y medios eficientes para poner freno al uso patrimonial y abusivo del poder; el cual ejercen los responsables de los asuntos públicos.

Así nos encontramos anclados en una protodemocracia o como se llama normalmente: en una “democracia representativa”. Ésta no ha sufrido evolución alguna en los últimos 200 años y se basa simplemente en la ilusión de que los ciudadanos son los que deciden, sin embargo, los ostentadores efectivos de la toma de decisión no son otros que los grupos de interés organizados (lobbys) que van de la mano con los partidos. Unos lobbys que se encuentran en una continua disputa entre sí para alcanzar mayores cotas de influencia en el poder, y en muchas ocasiones nos los encontramos escondidos tras las siglas de determinados partidos, asociaciones, fundaciones, etc. Cuestión que no les impide estar de un lado o de otro, o apoyar hoy a un partido y mañana a otro, ya que lo único que persiguen es defender sus propios intereses.

La situación actual ha sido posible gracias a un proceso de despolitización de las masas ciudadanas. Esto no es nada nuevo, sino que viene arrastrado desde el franquismo y lo que ha venido persiguiendo es la desmovilización de la ciudadanía. En la práctica ha tenido su mayor efecto entre los sectores sociales más reivindicativos y desestabilizadores que son los que tienen mayor potencial de presión. No obstante, hoy en día nos encontramos que son estos los sectores más perjudicados por las políticas públicas. Así se ha logrado el desinterés o rechazo de amplias capas sociales hacia la política en general; ello ha propiciado que el poder se mantenga dentro de un círculo reducido de personas y sectores organizados que se han dado a llamar “élites”.

De ahí que los lobbys sean los que determinen la agenda política, es decir, son ellos los que deciden qué temas o problemas son los que desde las instituciones van a tratarse. Por ello nos encontramos que, desde ciertos sectores en Fuerteventura, se presiona y se intenta acaparar el mayor espacio en los medios para que determinados temas (el segundo aeropuerto, campos de golf, Montaña de Tindaya…) entren en la agenda política. Mientras problemas como la sanidad, la educación, el medio ambiente y la inseguridad quedan relegados a un segundo plano. Son los partidos, encargados de la gestión de los asuntos públicos, los que en muchas ocasiones se ven beneficiados por estas maniobras; ya que desvían la atención de los problemas realmente importantes escondiendo así su propia incompetencia.

Desde estos lobbys buscan legitimarse sirviéndose de unas masas ciudadanas desmovilizadas, a las que les venden sus intereses como si fueran necesidades generales. Cuando el primer perdedor es el ciudadano de a pie que ve como importantes cantidades de dinero público son destinadas al beneficio y la satisfacción de un grupo reducido de empresas y personas.

Podemos observar como estas minorías son las que ocupan todos los puestos de decisión y responsabilidad por lo que no es raro ver a una misma persona ocupando cargos en partidos, colectivos vecinales, asociaciones de padres, etc. Por lo que el desinterés y el conformismo inducido de la mayoría ha llevado a que la toma de decisión en asuntos públicos recaiga sobre una minoría muy concreta, lo que ha llevado consigo un evidente deterioro de la democracia y que tambalea sus principios más básicos.

En la actualidad no cabe duda de que los grandes partidos responden a unos intereses muy concretos. Nos encontramos con unas interrelaciones muy estrechas entre los partidos políticos y determinados lobbys. Por una parte, como acabamos de mencionar, nos encontramos que en muchas ocasiones son las mismas personas las que ocupan puestos decisivos dentro del partido, al mismo tiempo que también lo hacen del entramado de los grupos de interés. Por otra parte los partidos políticos han visto como su transformación desde los “partidos de masas”, financiados gracias a las cuotas de los militantes, a “partidos de cartel” ha supuesto una cada vez mayor dependencia de las donaciones. Habiendo encontrado los grupos de interés una manera idónea de influir en la toma de decisión de los partidos, es decir: en la actualidad los partidos se han puesto al servicio de los lobbys que los financian.

Pero esta situación no debe empujarnos al escepticismo y al desánimo ni mucho menos a la aceptación de esta situación, ya que supondría renegar de nuestra propia condición de ciudadanos. Por el contrario, debe de animarnos a denunciar las injusticias donde aparezcan y desenmascarar los intereses ocultos que se esconden detrás de las políticas. Es hora de organizarse, cada uno a su manera, y despertar del letargo en el que nos tienen sumido para recuperar el espacio perdido en los centros de toma de decisión y evitar su servicio a los intereses privados.


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